Mont Curtis McNear pasará a la fama -discreta, atemperada, menor- por ser el que descubrió a Jimi Hendrix en Nueva York, allá por 1964. O al menos el primero en darle una oportunidad. Aunque antes y después tuvo carrera con fundamento, sustrato y poso (del “Voodoo woman” al “The devil made me do it”. Girarían, junto a los Squires, tanto por la costa Este como por la Oeste, durante dos años largos (antes del salto de Jimi Hendrix al Reino Unido) y sería este trayecto preciso y necesario entrenamiento para lo que vendría después. Curtis Knight fue también el primero en animar al entonces imberbe guitarrista de sesión a que cantase y, tan pronto pudo, lo metió en el estudio para tal menester. Grabarían al menos un par de discos juntos; “Get that feeling; Jimi Hendrix plays and Curtis Knight sings” y “Jimi Hendrix with Curtis Knight” . Discos que una vez muerto Hendrix y en vista de la leyenda en que se había convertido, verían difusión de una manera más amplia. Su peripecia juntos sería vital a la hora de cincelar la particular visión de la música de la Jimi Hendrix Experience. Una visión que mezclaba Bues, Rock&roll, Rhythm&blues, Soul e incluso leves toques del folklore autóctono, y que, a la postre, serían los cimientos -no tanto, como se ha dicho a menudo, de la música psicodélica- sino de una concepción ácida del rock &roll en formato power trio.
Todo este trayecto, siendo lo que quedará en el recuerdo y en la memoria de la historia, no debe oscurecer su enorme talento como guitarrista todo terreno, como tipo inquieto en búsqueda de cualquier sonido que le ubicase y le diese visibilidad, y que también pudiese, de paso, procurarle algún rédito. Un tipo tan talentoso como poco afortunado tahur en el mundo del rock and roll.