Cuando se habla del Blues de Chicago y el sello que lo hizo mundialmente popular (respetando en cierta medida a sus interpretes y autores, al menos para los estándares de la época) pensamos de inmediato en Chess, el sello fundado por los hermanos Leonard y Phil Chess. Aunque llegarían a ser una compañía importante no tan solo en ese ámbito (Poseían subsellos dedicados al Jazz, al Gospel y al Soul, e incluso llegaron a tener la primera emisora de Radio dedicada a la música negra, Voice of The Negro) su nombre ha quedado indeleblemente relacionado al Chicago Blues más popular.
Y es aquí donde aparece la figura de Marshall Chess -hijo de Leonard– y su sueño en adecuar al sello a los nuevos tiempos. Cadet y Cadet Concept (1965 – 1973) sería el nombre que elegiría para desarrollarlo, un subsello no menos relevante en su campo de lo que lo fue su casa matriz. Un sello que ha sido saqueado y sampleado por numerosos artistas del hip hop, del rock y del Soul contemporáneos. Tal vez uno de los últimos nombres legendarios de la industria tal y como una vez fue, Marshall, junto con la ayuda de otros nombres no menos importantes como el compositor y arreglista Charles Stepney, el productor Richard Evans y un grupo de músicos y compositores a sueldo del sello, serían los artífices de una de las músicas y de los sonidos más alucinantes, originales, espontáneos y a veces descabellados que surgirían en aquella época.
… Empecé a salir de viaje con mi padre desde muy pequeño. Ibamos juntos en su coche a otras ciudades por trabajo y cuando llegábamos me dejaba en el hotel, me daba diez dólares y no volvía hasta por la noche. Imagínate a un niño, en 1955, con dinero en el bolsillo y conociendo Nueva Orleans …
Marshall comenzó su carrera en Chess a los trece años. Hizo de todo, empezando desde abajo: Asistía de oyente a las sesiones de estudio del sello, trabajó en diversos departamentos y todo ello le ayudaría a tener una panorámica completa del negocio. En 1965 se convertiría en Director del Departamento Internacional. Fue la música a la que estuvo expuesto, junto con sus viajes al extranjero en busca de licencias (principalmente a Inglaterra, de donde se traería un contrato de distribución de Pye, el sello de The Kinks, para todos los USA) y la inmersión en la Contra Cultura lo que abriría sus ojos. La existencia de un mercado discográfico floreciente y la posibilidad de fusionar el Blues, el Jazz y el Soul con el Rock Psicodélico que escuchaba en los clubs londinenses fue la idea motora que haría nacer a Cadet Concept. De hecho lo intentaría con un cuarteto blanco llamado Aesop’s Fables, de quienes publicaría un par de elepés y algunos singles entre los que se escondía alguna canción notable.
… Tenía bastante claras las ideas para el sello. En esencia quería aunar conceptos, como si fuese un guion cinematográfico y hacer que sucediese. Intentaba dejar un legado en el sello de mi padre. Realmente no tuve problemas con mi familia, tuve suerte de que tuviese éxito casi desde el principio…
A mediados de los años sesenta Chess se había mudado de oficinas. Leonard había adquirido un lujoso edificio de ocho plantas y este hecho sería crucial para que Marshall pudiese llevar a cabo su proyecto.
… En el nuevo edificio había tres estudios, una planta de prensaje y otra de impresión. Desde que grabábamos hasta que teníamos el producto final (disco, galletas, portada) pasaban solamente cinco días. Trasladé mi oficina, que estaba en la primera planta junto con las del resto de ejecutivos, hasta la octava, donde estaban los dos estudios de grabación y la sala de ensayos. En esa sala, que tenía una cabina central aislada con un piano para poder grabar maquetas y no molestar a los compositores que estaban por allí, se juntaban todos los músicos haciendo lo que les apeteciese: tocar, componer, ensayar …
El destino ayudaría a dar forma definitiva a la visión de Marshall Chess. En 1967, buscando a alguien que pudiese escribir partituras en los prospectos musicales que los abogados del sello necesitaban para registrar los copyright, conoció a un joven recién graduado llamado Charles Stepney.
… Llegué y me lo encontré en recepción. Enseguida congeniamos. Llevaba una carpeta y le pregunté que era eso. Me dijo que una sinfonía que había escrito como trabajo de fin de carrera para poder graduarse. Le pregunté también si sabia escribir arreglos para orquestas de cuerda y respondió que sí. Le conté mi proyecto, que quería hacer algo del tipo de Psicodelia suave, algo que poder ponerse en los auriculares después del bajón de un mal viaje musical y es así como empezamos a trabajar en el proyecto de The Rotary Connection …
Combinando músicos de la casa, rockeros de Chicago y otros músicos que merodeaban por allí fue como se constituiría The Rotary Connenction, un ente multi-progresivo, pluriracial y multi-género, un poco a la manera de Sly & The Family Stone. Entre ambos conseguirían (con la ayuda del productor Richard Evans) un nuevo género, que podríamos llamar psicodelia soul, del que surgió una de las músicas más hermosas que jamas se harían. Escuchando hoy el primer disco de The Rotary Connection (uno de los discos navideños más bonitos y también más desconocidos, titulado Peace, que les serviría como entrenamiento) todavía sorprende que esa fuese la primera vez que Charles Stepney entró en un estudio.
… El primer disco de The Rotary Connection fue la primera vez que Charles escuchó sus partituras y sus arreglos interpretadas por alguien. Usamos una sección de cuerdas (a cargo de la Orquesta Sinfónica de Chicago, habituales con Chess) y Charles no hacía más que sudar, estaba empapado de emoción. Sin él Cadet no hubiese existido. Era un genio y junto a Chuck Berry el mayor talento con el que he trabajado …
Casi tan importante como Stepney en la creación de ese nuevo sonido lo sería el productor Richard Evans, quien tenía plena libertad para el desarrollo del sonido que Cadet buscaba y que estaría más que a la altura del desafío. El talento de Evans ya había asomado en proyectos como The Soulful Strings, un proyecto exclusivamente de versiones donde la forma cobraba vital importancia: Su sonido nítido, combinado con una sección rítmica llena de Soul y lujuriosos fondos de cuerda le daban un empaque muy superior a lo habitual en ese tipo de proyectos. Y, más que asomar, destacaría en los tres discos que la arpista Dorothy Ashby grabaría con Chess (Afro-Harping, Dorothy’s Harp y The Rubáyát od Dorothy Ashby) Unos discos donde la combinación de un instrumento con tan, aparentemente, poco Soul como el arpa, se fusionaba con fondos orquestales y bases rítmicas hasta dar forma ua una especie de Space-Age Jazz que sonaba único.
… Afro-Harping nos voló la cabeza, no habíamos escuchado nunca nada así. Hasta tuvo relativa repercusión en la radio ¡Nunca había sonado un disco de arpa en las radios comerciales! Era como si un ángel interpretase jazz psicodélico …
El trabajo del binomio Stepney / Evans daría como resultado un puñado de discos que hoy son clásicos en el mejor sentido del término: los tres antes mencionados de Dorothy Ashby, The Spice of Soul de Marlena Shaw (la perfección hecha disco), What Color Is Love / Ocasional Rain y I Just Can’t Help Myself de Terry Callier . Junto a estos, otros, por lo general puestas al día de artistas desorientados o venidos a menos, nada desdeñables: Ahmad Jamal, Ramsey Lewis, Harold Land Quintet, Ray Bryant… Todos, del mejor al peor, con la marca de fabrica indeleble de un sonido intransferible: un Soul orgánico, natural, de cadencioso fluir -que no moroso- donde la evocación, pese a tener bastantes números para convertirse en algo meloso, se convertía en poesía hermosa, llena de Soul.
Pero volvamos a The Rotary Connection. A todo lo comentado, la innovadora producción, los arreglos sobrenaturales, había que añadir algo tan importante como lo era la serie de músicos competentísimos que intervinieron en las grabaciones. Músicos como el guitarrista Pete Cosey, el bajista Phil Upchurch o el baterista Morris Jennings, gente de la casa que habían tocado en la inmensa mayoría de los discos que Chess editaría.
… El secreto no era otro que a los chicos les encantaba tocar juntos, incluso ensayar. Conectaban, eran una banda perfecta, todo aquello que uno busca cuando estas produciendo un disco. Es así como ocurre la magia …
Ellos tres habían sido los músicos que colaborarían como músicos en Electric Mud, el intento de puesta al día de Muddy Waters, artista señero del sello matriz entonces de capa caída, y que seria vapuleado por la critica en su momento sin piedad alguna. Un disco conceptual en el que decidieron electrificar a Muddy Waters y que escuchado hoy habla de lo certero de esa apuesta a medio plazo: una serie de versiones enchufadas de clásicos del propio Waters o Willie Dixon, junto a una toma alucinante del Let’s Spend Together de los Rolling Stones (Dios, lo que saquearon de Chess) y una composición de Charles Williams, yerno de Waters, titulada Tom Cat y que hay que escuchar para creerla.
… Tenía la idea de formar la banda más avant garde que pudiese. Mezclar a una serie de músicos de estudio de Chess y que tirasen para adelante. Estaban zumbados, querían llamarse a sí mismos como The Electric Niggers. Cuando se lo dijeron a mi padre, se volvió loco y dijo que de ninguna manera …
… Trabajamos estupendamente juntos y es por eso nuestros discos suenan tan bien. Nos respetábamos. Yo a su talento musical y Charles a mis conocimientos sobre el mercado blanco hacia el cual apuntábamos. Me acuerdo de que me empeñé en usar el Sitar y tuve que explicarle quien eran ¡Los Beatles! Cuando la cosa ya estaba perfectamente ensamblada y empezaron a tener más preponderancia las vocalistas Minnie Riperton y Judy Hauf y el cantante Sidney Barnes empezó a desentenderse un poco y dirigirse hacia otros proyectos. Confiaba mucho en nosotros y en las aptitudes de Richard Evans …
… A Minnie la conocía desde hacia mucho tiempo, éramos amigos. Teníamos una contable que se llamaba Dorothy Lang, pesaba más de cien kilos. Su novio solía pasarse por las oficinas a recogerla. Se llamaba Sidney Barnes y un día, escuchándonos hablar sobre el proyecto y la necesidad de una cantante masculino, nos dijo que él sabía cantar. Ya lo teníamos. Una vez reunidos los cantantes, junto con Charles buscamos una banda de apoyo, necesitábamos una banda estable para poder salir de gira. Uno de los chicos de Chess conocía a Bobby Simms, John Jeremiah, Kenny Venegas y Mitch Alliota. Tenían un grupo del estilo de los Doors que se llamaba The Proper Strangers y los reclutamos, estaban encantados con el proyecto. Yo tenía 24 años…
Conviene distinguir entre los Rotary Connection operativos en estudio y los que serían su imagen y saldrían de gira (e incluso se acreditarían en los discos como únicos músicos) dos entes complementarios pero claramente distintos. De entre todos los discos de The Rotary Connection destaco los dos que más me gustan y que, en mi discutible opinión, son casi perfectos. Curiosamente uno de ellos, Songs (el cuarto en su discografía) sería un disco íntegramente de versiones y, pese a ello -o quizás por ello- es un disco extraordinario en el que la suma de sus partes, cada una de ellas de notable hacia arriba, conforman un todo mágico.
Tres versiones de Songs serán de canciones de Cream y cada una de ellas, enorme: Sunshine Of Your Love, cantada por Sidney Barnes, transita por un terreno que linda con el Gospel y la psicodelia, con una linea de bajo obra de Phil Upchurch que me recuerda a For What It’s Worth de Buffalo Springfield y un solo de guitarra de Pete Cosey que aparece y desaparece. Tales Of The Brave Ulysses, cantada por Minnie Riperton a dúo con John Jeremiah es otra demostración del poderío del inconfundible bajo de Upchurch, que vértebra la canción mientras poco a poco se le van sumando detalles espléndidamente escogidos como la flauta de Lenny Druss, el vibráfono de Billy Wooten, el mellotron y unos elegantes arreglos de cuerda. Pero lo que la convierte en excelsa es , sobre todo, la espectacular voz de la Riperton quien según Stepney… tenia una maravillosa voz soprano con un rango de ocho octavas … La tercera, We’re Going Wrong, ya con Minnie como solista en solitario, es una majestuosa pieza de Chamber Soul, tan sedosa como mística.
También a dúo (Riperton y Jeremiah) será la alucinante versión del Burning Of The Midnight Lamp de la Jimi Hendrix Experience: abre con unos coros arropados por arreglos de cuerda y un arpa (que se dice obra de la mismísima Dorothy Ashby) para dar paso a las voces, con un evocador toque que no sé como definir, ummm … ¿psicodélico andante?. Y, vuelvo a insistir en ello, pese a que la suma de instrumentos podría dar lugar a un engrudo indigesto, todo fluye con una naturalidad que asusta. Los arreglos de Stepney para la versión de Respect de Otis Redding (esta vez a dúo con Mitch Aliotta) es puro Hip Hop avant la lettre: Un break subterráneo emerge paulatinamente hasta coser por entero toda la canción, mientras la voz de Minnie es esta vez lamento y exigencia.
Y luego esta la versión de The Band, mi favorita. The Weight es algo sublime. Inyectada de un aliento celestial transmite, junto a la carga emocional del viaje y la culpa presente en el original, un abrazo cálido y reparador, el cobijo de una tentación que elimina la noción de la derrota. Cantada por Sidney Barnes -jamás igualaría esa interpretación- es todo aquello que uno necesita para sentirse inmune cuando el peso de la depresión acecha.
Para su último disco –Hey, Love, 1971- parecen querer echar el resto. Escrito íntegramente por Stepney y con letras de Richard Rudolph (suegro de cineasta Paul Thomas Anderson y futuro marido de Minnie Riperton) excepto una canción obra de Terry Callier (Song for Everyman), Hey, Love es un disco conceptual casi místico en torno al amor, la naturaleza y el deseo de comunión. Un disco de madurez donde todo fluye y encaja de una manera, en apariencia, insultantemente fácil. Charles Stepney ya no solo escribe y arregla sino que toca todo aquello susceptible de llevar teclados (piano, clave, órgano, piano eléctrico).
Es, obviamente, el disco de I’m The Black Gold Of The Sun, su canción más famosa gracias a la versión de Kenny «Dope» Gonzalez y Louie Vega en su proyecto Nuyorican Soul. Una cima difícilmente igualable, que comienza con una guitarra española (obra de Pat Ferreri) y se convierte en un himno a los treinta segundos escasos. Sandy Simms y Donny Simmons a la base rítmica dibujan un vibe al que se suman las congas de Master Henry Gibson y el piano eléctrico de Stepney, mientras Phil Upchurch la colorea y le da cuerpo con su guitarra eléctrica. Y luego esta las voces, los coros de Kitty Haywood, Shirley Whals y Dave Scott en una constante montaña rusa emocional y el contrapunto, faro y guía de su solista, Minnie Riperton, en una de las exhibiciones más asombrosas que recuerdo.
*Todos los textos en cursiva y color azul extraídos de la entrevista de Paul Osborne a Marshall Chess (Shindig, nº 60, Octubre 2016)