Memories: Serie Pioneros

Entre 1977 y 1978, el sello Hispavox, distribuidor en España de Warner (y por ende de Elektra, una de sus etiquetas) editó en España una veintena de elepés clásicos nunca hasta entonces publicados en nuestro país: Love, Mc5, The Doors, Incredible String Band, Buffalo Springfield, The Stooges, Neil Young, etecé. Muchos de ellos ya hacia tiempo que habían sido publicados aunque permanecían inéditos en España. La serie en cuestión fue denominada por los publicistas del sello como Serie Pioneros y reproducían la portada original con el añadido de una pestaña en la esquina superior derecha con dicha leyenda.

Por aquel entonces, un poco después, muy tempranos los 80, yo era un preadolescente con querencia al ensimismamiento. Vivía en un pueblo y de vez en cuando bajaba a Valencia, acompañando a mi padre cuando éste necesitaba hacer alguna gestión. Aparcaba el buen hombre en el parquín del Corte Inglés de Sorolla (el primero y único por entonces) y mientras se dirigía a sus menesteres yo me quedaba -si había suerte- en la sección de discos de los conocidos grandes almacenes, entonces inmensa, junto a la salida de la tienda, frente al Parterre, babeando ante el espectáculo que se mostraba ante mis ojos. Incluso alguna vez, si me sonreía la fortuna -muy pocas, mi padre profesaba la doctrina espartana- llegaba a caer un single.

Unos cuantos años después, una década larga más o menos, con unas cuantas docenas de discos ya acumulados, todos aquellos que mi diminuta economía me permitía, fruto de ahorros, regalos de cumpleaños y todas las sisas posible, mi vida dio un giro: Por vicisitudes que no vienen al caso, abandoné mis titubeantes estudios universitarios en tercer curso -eso que ahorré a mis conciudadanos- marché de la casa paterna y finalmente terminé como empleado de comercial para una multinacional discográfica durante una docena de años.

pero dejemos de hablar de mi y ciñámonos al escenario. Fue aquella, en términos de negocio, una época extraña en la que se ataron los perros con longanizas. Se vendían cantidades ingentes, bárbaras de ejemplares. Y se vendían en parte por estar considerados como cómodo y recurrente objeto de regalo, apropiado e incluso, aunque no lo crean, prestigioso. Porque entonces la música suponía algo, tenía un valor intangible, era considerada. Fue aquel también el momento en que sucedió uno de los timos más grandes que he conocido dentro del negocio cultural: el advenimiento del Compact Disc. Olvídense de otros timos hoy en ascenso como el del resurgir del vinilo con reediciones remasterizadas a partir de cedés, portadas pixeladas y precios a menudo superiores a los propios originales. Nada que ver. Multiplíquenlo por diez. Y no sé si nos acercaríamos.

El Cedé era, por lo general, un objeto sin personalidad, más bien feo, seamos sinceros, vendido a precios desorbitados (el doble aproximadamente que un elepé) y cuya utilidad -que la tenía, a mi me sirvió de mucho, la utilicé y disfruté- era la portabilidad y la comodidad en una época pre internet, sin plataformas de Streaming ni acceso a golpe de click. Asistí, atónito, con una mezcla de lástima y estupefacción, unida a una culposa avaricia, al desmantelamiento de impresionantes colecciones en formato elepé vendidas, si había suerte, por una ínfima parte de su valor, a cambio de poseer el Compact Disc, la nueva deidad omnipotente e inmortal (eso prometían también) en una carrera sin sentido por abrazar la modernidad al grito de tonto el último.

Unos cuantos nos quedamos picoteando entre los despojos. Se nos miraba -los más compasivos con benevolencia, los más crueles con desprecio- como bichos raros; personas de carácter obsoleto, prescindibles ejemplares de una nueva humanidad de la que no merecíamos formar parte. Tal vez les suene exagerado, les parezca que me estoy gustando, pero solía ser así. No les bastaba con formar parte de la élite elegida y de señalarnos como parte de la chusma. No, te lo recordaban a la mínima. Todavía hoy me sorprende la de cabezas que tenía por bien amuebladas que sucumbieron al engaño. Lo más sorprendente es que algunas de ellas siguen todavía hoy beligerantes con el formato elepé. De un modo similar a aquel que pretende ganar una guerra que hace ya décadas perdió, no sé si inconscientes del hecho, enfadados con él o ambas cosas a la vez. Supongo que por razones de la naturaleza humana de las que nadie está exento. Si algo lamento al mirar atrás -ah, el discurrir de la vida- es no haber sabido entonces lo que ahora sé, todavía muy poco, aunque, honestamente, bastante más. Hay noches que me despierto pensando en lo que deje escapar, hasta ahí llega el grado de mi enfermedad.

Como he contado más arriba, con veintipocos años terminé de delegado comercial de una multinacional en una región española. Ese era el nivel aventurero, corsario si quieren, de la industria en aquella época, fiar el cargo a un veintañero. Éramos peones de un tablero a los que ni siquiera consideraban. Fue mi primera experiencia laboral. Seria, quiero decir. Era el más joven. Mis colegas, en mi compañía y en el resto, ya eran veteranos. Muy baqueteados en el trato comercial y, que recuerde, por lo general con nulo interés por el objeto que vendían. Quiero decir que vendían muy bien, solían tener ojo y eran muy duchos en las artimañas, pero les daba igual comerciar con un disco de Nirvana que, qué se yo, una maleta Samsonite. También recuerdo que se sabían divertir. Vi cosas -en fiestas post conciertos, en las convenciones nacionales- de no creer. Por resumirlo brevemente: el más crápula y perdut de los artistas que se puedan imaginar quedaba como un angelito ante ciertos comportamientos de colegas. Y de clientes, que esa era otra.

Nuestra remuneración era generosa: fijo, más gastos y comisión. Además inscritos en el Régimen general. También nos daban muestras de aquello que vendíamos. Dependiendo de la habilidad de cada uno a la hora de engatusar a la central de Madrid, podían estas llegar a ser varias docenas de unidades. Semanales digo, pues semanales eran los lanzamientos. Un par de cajas si negociabas bien. Cada caja iba en unidades de 25. La mayoría de los vendedores las vendían a los mismos clientes sacándose un buen sobresueldo. Eran tiempos de albaranes, faxes, telegramas y llamadas a cobro revertido. La Prehistoria.

Sigo. Gracias a éso yo me hice con una colección más que decente. Aproximadamente la mitad de la que tengo en la actualidad debe de provenir de esos tiempos: Padisanch, Superdisco, Arnedo, Enrique Roig … ay, la memoria, hace más de veinte años que lo dejé y recuerdo todavía los nombres de los almacenistas a los que visitaba, no por su especial simpatía -que de todo hubo- sino por las joyas que puede rescatar de la matanza. Recuerdo como si fuese ayer sus caras de conmiseración cuando me llevaba pilas de elepés cambiados por cedés en un canje 2×1 a mi favor, dando palmadas en su fuero interno por deshacerse de esa cantidad de muertos. A los Lps que no fuesen novedades los llamaban así, muertos. Y no, no es que fueran tontos, qué va, menudos pájaros; Simplemente eran comerciantes y comerciaban. La gente ya no quería elepés. Tan sencillo como eso.

Dejé ese mundo como profesional en el año 2000. Negocié una cantidad, fue de buen rollo, fuimos al juzgado en un acto de conciliación y tan amigos. Tenía otro proyecto laboral y necesitaba cambiar. Había nacido mi hijo, tenía casi treinta y cinco años y me daba entre pena y ternura -y algo de miedo, si soy sincero- ver a gente con mi edad de hoy luchando en un mundo donde tenían todas las de perder y del que ya no se podía escapar. Tuve suerte, puta suerte, porque lo que vino después fue la debacle.

Toda esta palabrería para concluir diciendo que, aunque con el paso de los años haya tenido la fortuna de conseguir ediciones y ejemplares muy hermosos e infinitamente más cotizados (los dos Eps franceses de Love, la primera edición americana en su Allentown Press de Forever Changes, la Pitman Pressing del Fun House, etecé) lo que no puedo negarse es que los discos en ediciones distintas dicen cosas diferentes. No estoy hablando de características técnicas, sonido y demás palabrería, jamás discutiría con integristas. No. Lo que quiero decir es que esos discos, como este puñado en la edición de la Serie Pioneros, aquella en la que cayeron por primera vez en mis manos, son las copias a las que recurro cada vez que vuelvo a ellos: Tocándolos, mirándolos, ejem, oliéndolos incluso mientras suenan en el plato. Forman parte de mí y junto a la música que me ofrecen -a menudo arcano insondable, entre pasadizo sentimental y guarida emocional – son también mi fotografía velada de hace casi cuarenta años. Porque podré gustarme más o menos, pero ese, sí, ese era yo.

11 comentarios sobre “Memories: Serie Pioneros

    1. Acabo de leerte y me ha entusiasmado. Pienso como tu. El Lp era eso el Lp, la magia, el disfrutar. Lo otro, el Cd, nunca llegara a tener esa magia. A pesar de los años transcurridos, tengo mas de 65, sigo conservando ni mutrida coleccion de Lp e igual con mi otra coleccion de casettes. Nunca me he desprendido de ningun ejemplar y para que el paso fel tiempo y su uso no deteriorara mis ejemplares adquiri en cd los que mas escuchaba. Esa coleccion Pioneros, la tengo casi completa entre Lp y casette. Que recuerdos. La primerva vez que oia a Love, la primera de Incredible String Band, la primera de Todd Rungren (ahora mismo suena en mi aparato su Something Anything), The Stooges, MC5. Que gozada. Que bonito leer a personas como tu. Gracias por hacerme recordar aquellos tiempos, aquel gozar en la busqueda de aquellas maravillas, yi en El Corte Ingles de Valencia, yo en el Discoplay de los Sotanillos de la Gran Via de Madrid. Los jovenes de hoy nunca sabran lo que era descubrir aquellas gemas musicales. Un saludo

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  1. Aprovecho este recuerdo compartido de aquella tan oportuna como formativa y maravillosa serie Pioneros ( y sus cupones recortables para conseguir un quinto disco gratis) para felicitarte por estas entradas tan entretenidas y agradecerte el placer de leerte. Di contigo vagabundeando por tw con aquello tan estupendo sobre Cadet y el gran Charles Stepney y enganchado me tienes. Lo dicho , enhorabuena y gracias.

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