Un single cada domingo (XIX) … THE TAMMYS "Egyptian shumba" (UA, 1963)

 The Tammys (originalmente The Charnelles) fueron un trio compuesto por las hermanas Owens (Gretchen y Cathy) y Linda Jones, originario de Oil City, Pensilvania. Antes de convertirse en las The Tammys ya eran parte del círculo de conocidos de Lou Christie, una celebridad local -y posteriormente nacional- quien tuvo un hit con «The Gipsy Cried» en 1961. Con la definitiva eclosión popular de Christie terminarían por ser las coristas de acompañamiento que la nueva estrella necesitaba. Como, en definitiva, atrezzo, color y contrapunto. 
 
 Yendo un poco más allá, viendo su pujanza, frescura y descaro, además de estar en el momento y en el lugar apropiado (el momentuum Girl Groups en su máximo apogeo) y necesitado de grupos para sus giras, Lou Christie les colocó a su hermana Amy Sacco como manager y junto a su colaborador a la hora de escribir canciones, Twyla Herbert, decidió escribirles unas cuantas en espera de ver lo que sucedía. Las llamaron la Twy-Lous y les consiguieron un contrato con el productor Jack Gold para el sello neoyorquino United Artists.
 
 Antes de ser rebautizadas definitivamente como The Tammys, debutarían en el verano de 1963 para Ascot, subsidiaria de UA, con un sencillo bajo el nombre de Ritchie & the Runarounds (en realidad lasque serían las Tammys definitivas , acompañadas por Kripp Johnson, ex-Del Vikings). Aunque la mayor y mejor parte de sus interpretaciones hay que escucharlas en varios discos de Lou Christie («Have I Sinned», «Back Track» o «Guitars and Bongos») publicarían tres sencillos.: «Take back your ring»/»Part of growing up» sería el primero, allá por 1963. 
 

 Ese mismo año lanzarían un segundo sencillo, todavía con la galleta UA. ¡Y qué single amigos!. «Egyptian Shumba / What’s So Sweet About Sweeet Sixteen» es una bomba de racimo capaz de mostrar resplandecientemente todo lo que de salvaje, primario e inocente tiene el Rock’n’roll: La furia e inconsciencia adolescente, el malestar y la ilusión que provoca el aguijón del amor a primera vista. La pulsión irrefrenable y descontrolada sobrevenida por esa nueva sensación. Poco más de dos minutos de un ritmo adictivo e hipnótico, de percusiones tribales, cavernícolas y de un estribillo grabado a fuego, pespunteándolo todo. Con su cruda e implorante interpretación vocal, atiborrada de gritos, de gemidos ululantes y arrebatos eufóricos. Sincera, suplicante, airada, chulesca, seductora… lo que se les ocurra… INCONTROLABLE. 

 
 Un estribillo que irrumpe desde el inicio, avasallador, incapaz de esperar, que te agarra del cuello y ya no te suelta. Algo tan sencillo como una onomatopeya -inolvidable desde la primera vez que la escuchas- inabarcable, tan ingenuo y sin doblez como lo es la verdad dicha por un niño: Shimmy Shimmy Shimmy Shy-Yi Meece-E-Deece…– y que se quedará ahí para siempre, describiendo fidedignamente todo aquello que las simples palabras es imposible que reflejen. Uno de esos milagros que suceden muy de vez en cuando perpretrados por tres muchachas que ni por asomo lograrían emularlo, así lo intentasen mil veces.
«…I heard the drum beats in my sleep OH! 

And my heart started to beat OH! 

I heard the drum beats in my sleep OH! 
I wanna dance-UH! I wanna dance-UH! , I wanna dance-UH! I wanna dance-UH!
DANCE DANCE DANCE DANCE DANCE DANCE DANCE DANCE DANCEDANCEDANCEDANCEDANCEDANCEDANCE!…»
 
  Todavía habría un tercer y último sencillo en 1965 («Hold Back The Light Of Dawn»/»Gypsy»), de nuevo en otra subsidiaria de UA, en este caso Veep. Un cuarto («Blue Sixteen»/»His Action Speaks Louder Than Words») grabado poco después no vería la luz, aunque, afortunadamente sería rescatado muchos años después, hace nada, en 2001.
 

TOMMY ROE «It’s now winter’s day» (ABC,1967)

 

A finales de 1967 Tommy Roe está a punto de nuevo de alcanzar la cima de la fama,  cinco años después de lograr un #1 con su primer single, «Sheila». Desde entonces la carrera del antaño ídolo juvenil no lograba alcanzar las cotas que prometía más que esporádicamente: «Sweet Pea» y «Hooray for Hazel» habían sido éxitos notables, dirigidos al público teenager femenino y trufadas de melodías que bebían tanto del bubblegum más pegadizo como del sunshine pop más candoroso, hasta llegar a ser ambas top 10 en los USA.  Además, su futuro mega hit «Dizzy» (aquel que le devolverá a lo más alto, ahora en todo el mundo) se halla todavía en fase embrionaria. Esos vaivenes dejan a Roe un tanto descolocado en el partido. Decidido a coger el toro por los cuernos, piensa que es el momento para intentar, al menos, cambiar la mano de cartas con las que está habituado a jugar. En las esquinas del tapete que cubre su mesa apuesta por perdurar, con la inutil aspiración de prolongar su fecha de caducidad, y juega una nueva mano, esta vez, digamos, más adulta. Azar o casualidad, decide volver con su amigo Curt Boettcher, poniéndose en sus manos con el afán, siquiera inconsciente, de reinventarse. 
 Quién sabe si un juguete más que sirve de entrenamiento al productor y músico más inventivo de su generación -con permiso de Brian Wilson- el caso es que Roe llega al estudio con un puñado de canciones escritas por él que van de lo digno a lo notable, e incluso algunas excelentes; «Cry on crying eyes», «Moon Talk»y, sobre todo, «It’s now winter’s day». Boettcher decide, al escucharlas, darles un nuevo tamiz, el que él está perfeccionando, añadiéndoles capas y capas de todo aquello que ha aprendido en los últimos años.
 Antecediendo en el tiempo a las obras magnas de BoettcherMillenium y Sagittarius (su proyecto a medias con Gary Usher)-  Roe entra con su amigo en el estudio y se dispone a aceptar todos y cada uno de los nuevos experimentos aplicados a sus nuevas y prometedoras canciones. Como ya había hecho anteriormente con «Dizzy» y «Sweet Pea» -y también con otras para Chad & Jeremy, Association o Eternity’s Children– Boettcher permite que la producción venga firmada por Steve Clark for Our productions ( Clark era su mentor, en realidad y en ese momento ya una especie de grupo de trabajo en el que Curt lleva la voz cantante). No siendo tan excelso ni de tanto calado -algo prácticamente imposible- como las dos obras más arriba mencionadas, si qué, al parecer, sirvió como fogueo, de probeta y entrenamiento, para la sublime apoteosis que llevará a cabo con los primeros y, en menor medida, con Sagittarius. Así que seamos honestos y tomemos este «It’s now winter’s day» como lo que en realidad es: una especie -y deliciosa- última prueba de fuego antes de la definitiva eclosión. La pócima donde ensamblar una carrera con ansías de trascender -trascender ante sus principios y no, perentoriamente, de cara a la audiencia-, donde poder combinar sus distintos hallazgos; las innumerables pruebas y experimentos realizadas con varios commercials, su cósmico lirismo, la utilización del estudio como un instrumento más, aprovechando todas sus posibilidades. Loops, efectos, reverbs de cintas, voces dobladas e instrumentos superpuestos aparecen con la fuerza de un dinamitero y la precisión de un neurocirujano, sin chirriar en absoluto, ensamblados perfectamente entre melodías hipnóticas, arreglos imaginativos e instrumentaciones misteriosas. También, de paso, servirá para ensamblar a sus diversos colaboradores en la perfecta sinfonía que bulle en su cabeza;  Las voces de Jim Bell, de Dottie Holmberg (quién ya había trabajado con él en The Goldebriars y luego en su -invisible- carrera posterior), Michelle O’Malley (autora de esa mezcla de orgasmo cósmico, voces ultraterrenales y freakismo hippie que responde por «Saturn rings»), de Lee Mallory (después en The Millenium). O la guitarra de Mike Deasy (quién estaba detrás de ese exploito titulado «The psychedelic guitar of Friar Tuck»), él mismo a la batería e incluso el bajista de Elvis, Jerry Scheff, momentos antes de grabar parte del calamar sagrado.
Pequeñas grandes cosas.

 

Un single cada domingo (XVIII) … Howard Tate "Look at the granny run run ep"

De todos los intérpretes a la sombra de Jerry Ragovoy, probablemente Howard Tate fuese el que mejor encajase con su música. Y la competencia era seria. Muy seria. Miren ustedes el elenco; Garnett Mimms & The Enchanters, Erma Franklin, The Manhattans, Louis Jourdan, Dionne Warwick, The Drifters, Lorraine Ellison o Dusty Springfield. Así que cuando hablamos de Ragovoy  pongámonos en pie y descubrámonos. No estamos hablando de cualquiera, no señor,  sino de un tipo con una trayectoria musical que comenzó en 1953 produciendo a The Castelles y que perduraría, a todo trapo, durante casi veinte años. Como curiosidad, señalar que sería el compositor del clásico «Time is on my side» -originalmente para Irma Thomas y popularizado masivamente por los Rolling Stones– firmada con el seudónimo de Norman Meade.

 

 

 Howard Tate fue recomendado a Ragovoy a mitad de los sesenta. Sus sesiones conjuntas cristalizarían con el Lp «Get it while you can» (Verve, 1967), un disco de soul y blues con aromas gospel cuyas mejores canciones – la anhelante balada del mismo título que el Lp, la vivaz «Look at the granny run run» o el clásico «Ain’t nobody home»– son al menos igual de buenas que cualquier cosa interpretada por cantantes más conocidos, tipo Otis Redding o James Carr. Pese a tener cierta repercusión en las listas de Rhythm and blues, las críticas fueron pobres y escasas. La continuación de su carrera, ya sin Ragovoy, con un segundo disco llamado «Howard Tate reaction» provocó que abandonase el mundillo a mediados de los setenta y comenzase una cuesta abajo sin freno; Su hija moriría en un incendio doméstico, su matrimonio se rompió y él acabó sumergido en las drogas. Todo un drama de acuerdo con el peor guión preestablecido. Para terminar de componer la estampa acabaría como vagabundo sin hogar. 
 
 Pero como toda buena historia americana, acabaría redimiéndose en 1994. Se rehabilitó de sus adicciones y se convirtió en predicador. En el año 2003 se juntó de nuevo con un Ragovoy ya anciano como él y perpetraría un come back bajo el título de «Rediscovered». Ese mismo año actuó, entre otros lugares, en el club londinense «Madame Jo-Jo’s» y su voz, sorprendentemente, se mantenía todavía en una espléndida forma. Dúctil y elegante, con energia, dominando y poniendo en su sitio, como era habitual en él, cualquier canción que interpretase. Pura clase.
 
 Howard Tate murió el dos de diciembre del año pasado.

 

"Discos, discos": Conversando con Pepe Salvador

De nuevo con otra entrega de la serie «Conversando con». En esta ocasión la charla, divertida y pedagógica, es con mi amigo Pepe Salvador, histórico disquero. Coleccionista y testigo durante más de treinta años de este pequeño mundo que nos tiene atrapados ya sin remisión. Propietario, junto con Vicente Fabuel, de Discos Oldies.

Conozco a Pepe desde que tenía quince años y me honro de contar con su amistad. Es un tipo socarrón, un tanto tímido y nada dado a la prosodia. Con un bagaje musical y vital mucho mayor del qué, aquellos que no conozcan bien, puedan imaginar. También poseedor de un sentido del humor muy personal. Un sentido del humor al qué, una vez logras acceder, te suele deparar momentos hilarantes e inolvidables.

Espero que sea de su agrado…

 
¿Cual es el primer recuerdo que guardas de la música y los discos?
 Pues seguramente la radio. Llegar a casa a mediodía y sonar en ella «Cachito» de Gloria Lasso. Mi madre canturreándola mientras preparaba la comida. Impactarme casi como una revelación el «A hard day’s night» o Los Huracanes puestos por Enrique Ginés en su programa de radio «Disco Moder». Yo tendría nueve, diez años. Así conocí también a los Tops Son, a los Milos… Mi primer disco fue el «Jumpin’ Jack flash» de los Rolling Stones. Un regalo de promoción de detergentes «Ajax»…
 
¿Cómo?
 
 Sí, como te lo digo. Yo comencé a trabajar muy joven, con catorce años. Entré de mozo en una droguería que estaba en El Carmen. Un día apareció el comercial de la casa que vendía ese detergente con un puñado de copias del «Jumpin’ Jack flash». Nos comentó algo acerca de una promoción. Consistía ésta en que al comprar una determinada cantidad de detergente te ofrecían como regalo esos discos. Eran de Columbia, el sello de San Sebastian. Al parecer habían sobrado. Algo, por otra parte, muy común con los discos de Columbia. No sé que ocurría con ellos pero hasta hace relativamente poco ha sido habitual que apareciesen cajas de singles nuevos, impecables, de los sellos que distribuían; Decca, Deram, Hit, etcétera.  Se ve que esa distribución, su red comercial, era como era. Nada que ver con, no sé, Hispavox. Bueno el caso es que apareció con ese puñado de singles y el primero que recuerdo tener es ese.
 
Te volviste loco…
 
 Sí. Teníamos un tocadiscos en casa. Mi hermana y yo no hacíamos más que ponerlo. Una y otra vez.

 ¿Y a partir de ahí?

 
 Pues eso, un camino sin vuelta atrás. Con nuestros escasos medios comprabamos un single al mes o así. Lo que ocurre es que mi hermana se tiró hacia lo melódico. El segundo que recuerdo comprar fue «Never marry a railroad man» de Shocking Blue y «Sympathy» de Rare Bird. Como contraprestación mi hermana pilló uno de Tony Landa, «Una sencilla canción de amor»..


¿Siempre singles?
 
 Al principio sí. Eran mucho más baratos. Los primeros Lps que recuerdo comprar son el primero de Santana y el Led Zeppelin III… 1971, 1972.  Hay un lapsus desde mi comienzo con los singles hasta el primer Lp. Supongo que sería por eso, por el asunto económico. Y siempre, siempre, muchos intercambios.
 
¿Intercambios?
 
 Ibas conociendo a gente, un poco al azar. Por sus pintas, por tus intuiciones, por referencias y amigos comunes. Lo primero -o lo segundo si eras un poco tímido- que le preguntabas era si le gustaba la música. Intercambiabas, grababas… bueno, al principio ni eso. Prestabas y te prestaban singles, hacias escuchas en grupo, casi como un acto religioso. Más tarde ya comenzaron las grabaciones…
 
Conoces a tu mujer por esa época ¿No?
 
 Sí, a mediados de los setenta…
 
¿Cuándo abristéis Oldies?
 
 En 1978 abrimos el «primer» Oldies. Carmen y yo, solteros todavía, en la calle Zapadores. Al principio era una tienda de libros. Pero dio la casualidad que teníamos un par de cajas de discos, de segunda mano y vimos que aquello se movía. A finales del 79 nos surge la oportunidad de mudarnos en frente de la actual. Un pequeño garaje propiedad de Rafa Gil, un conocido y cliente nuestro, quién nos da todo tipo de facilidades y que años después se convertiría en socio mío y de Carmen.
 
¿Se puede decir el precio del alquiler?
 
Sí. 3000 pesetas mensuales. Rafa no quería ni cobrarnos un traspaso aunque insistiendo conseguimos estipular uno, aunque fuese simbólico. Allí estuvimos hasta el año 1982. En febrero de ese año cambiamos de «acera» y nos establecimos ya en el «Oldies» definitivo, en Nuestra señora de Gracia número 6. En ese momento Rafa entró también como socio. Lo fue durante cuatro años, la tienda ya comenzó a tomar forma, a convertirse en lo que es hoy.
 
 Volviendo de nuevo atrás. ¿Recuerdas cuál era el ambiente musical entonces?
 
 Bastante más desperdigado en cuanto al acceso. Más aventurero. No diría romántico. Es cierto que ahora es muchísimo más fácil investigar, contactar, conocer. Otra cosa es que se quiera. Antes éramos los cuatro amigos del pueblo y poco más. En mi caso tuve la fortuna de contactar con el grupo de Xirivella, Vicente Fabuel y sus amigos. Aquello significó ampliar horizontes de una manera importante. Visto ahora lo recuerdo como una etapa de intercambio. Me introdujeron en el glam; Bowie, Reed, T-Rex… algo desconocido por entonces para mi. Por mi parte yo llegué con Zappa, Led Zeppelin…
 
 ¿Y en cuánto a la escena valenciana?
 
 Era la etapa del ocaso. Del rocanrol valenciano y en general español. Hasta finales de los sesenta la escena aquí era pujantísima, Huracanes, Top Son, Milos, Bruno y los Rockeros, Pepes, Protones, etcétera. A principio de los setenta todo aquello había terminado. Recuerdo a Tarántula, Modificación… pero ya mucho más minoritario y en una onda más progresiva. Por otra parte el componente político irrumpió con fuerza. Son los años de Al Tall, Els Pavesos…
 
 
Esa izquierda nacionalista ¿Crees que despreciaba al rocanrol?
 
Bueno más que despreciarlo yo creo que simplemente lo menospreciaban. Era, como mucho, un arte «menor». Prácticamente lo tenían por inexistente dentro de su mundo. En mi caso yo navegaba entre dos aguas; una eran mis ideas políticas y otro mis gustos, digamos, «estéticos». Había una bipolaridad a veces exasperante. No tanto por mi -creo- como por el afán en categorizar a la gente por según que gustos. Mi familia, mis amistades del pueblo, las más militantes, yo creo que a veces me miraban como a alguien echado a perder. Con ternura pero también con soterrado reproche, no sé si moral. Lo que era «extraño» es que a nivel particular a la gente -al menos la que yo trataba- seguía gustándole aquello. Pero muchos lo tenían como un palcer culpable, casi inconfesable. En cambio les clavabas un disco forum de Amon Duul y respondían. Lo combinabas con Ovidi Montllor y tan panchos…
 
Bueno, a mi Ovidi Montllor me parece enorme. Un transgresor con mucha clase, un iconoclasta sensible e inquieto dentro de ese mundo tan acotado…
 
Es cierto, Ovidi era un poco un Ovni. Sus primeros discos son con conjunto, una formación casi rock. De todos modos tampoco quiero ser exagerado. Entre la gente en la que nos movíamos podías hablar de todas esas cosas sin que se te riesen. Había cierta curiosidad en intereses comunes. A mediados de los setenta ya escuchábamos a Can, Amon Duul, Tangerine Dream, Guru Guru…
 
¿Krautrock?
 
Sí. Suena raro pero así era.
 
¿Se publicaban aquí?
 
No. Tenías que ir a Andorra a comprar esos discos. Cada cierto tiempo iba uno de nosotros y venía con los encargos del resto.
 
¿Cómo os informabais?, ¿Cómo accedíais a la información?
 
Por las revistas. «Disco Express», que luego acabó como acabó. Más tarde «Vibraciones». En aquellos años tal vez fuese el único referente que había aquí para acceder a ese mundo. Todo lo erróneo y fallido que se quiera, pero no recuerdo otros. Esperabamos cada número como agua de mayo. Éramos casi caníbales, tanto en la música como con el cine, otra gran afición que tengo. Y como con aquella, con éste nos conducíamos igual de dispersos y curiosos. Éramos un poco «La risa del barrio, la burla de todos». Nos gustaba tanto López Vázquez como Fritz Lang…
 
Del mismo modo que disfrutabas con un single de Los Mustang que con uno de Los Who…
 
O con uno de Emilio el Moro…
 
Jajajaja!… Tu acceso, digamos «masivo», a la música ¿fue con la tienda?
 
Sí. Aunque al principio hubo una sequía…
 
¿Sequía?
 
Claro. Como te dije, Oldies comenzó siendo una tienda de libros. Los discos fue casi una casualidad. Fueron entrando poco a poco. Además el acceso a ellos era muy limitado. Vendíamos segunda mano. Y la segunda mano de un mercado escaso ya puedes imaginarte como era. Pillabamos todo lo que nos ofrecían. Ahora es al contrario, casi tenemos que huir de los lotes que nos ofrecen.
 
¿Había ya una industria entonces? ¿Cuál era el proceso?
 
 Era algo incipiente. Al menos a nuestro nivel. Había un proveedor. Una especie de tienda grande, que hacia de mayorista (Alapont, que estaba en la calle San Vicente). A las tiendas pequeñitas nos hacia un descuento y nos facilitaba la tarea. Así que tras los inicios con la segunda mano comenzamos a incorporar los discos nuevos, muy modestamente, como una ayuda al negocio. Después nos dimos de alta como minoristas en Viuda de Miguel Roca (el almacén y grupo de tiendas de referencia en Valencia hasta la irrupción del Corte Inglés) y alternabamos las compras según nuestro criterio, medios e interés.
 
Tus gustos musicales ¿Hacia donde fueron dirigiéndose?
 

A mi siempre me han gustado muchas cosas. La musica hecha aquí en los sesenta, de la que ya hemos hablado, me parece muy reivindicable. La de los setenta, en una onda folk mediterránea también; Pep Laguarda, Eduardo Bort, Remigi Palmero… Después el rollo progresivo con toques sicodélicos siempre me ha tirado mucho; Bent, Doctor Z… O los discos del sello Vertigo: Aphrodite’s child, Catapillar, Jade Warrior… El Krautrock, del que también hemos hablado… El freakbeat anglosajón, esa evolución bastarda del beat, en sus ediciones con portadas, generalmente francesas, también me gustan mucho; Paramounts, Dantalian’s Chariot, We the people… yo creo que me interesaban, me interesan muchas cosas…

 
 
 
Veo que, por ejemplo, en el asunto de Vertigo, hablamos de cosas de verdad. Quiero decir, por lo que estoy viendo, que son copias originales. ¿Cómo los conseguías?
 
Cambios con clientes extranjeros. Recuerdo cambiar el Lp de Bent por el de Eduardo Bort a un cliente alemán a mediados de los ochenta. Por aquella época ya eran muy cotizados, era imposible comprarlos, al menos para mi. Esos discos o los habias pillado a principio de los setenta, cuando iban tirados, o nada. Es increible, treinta años manteniendo -e incluso a veces subiendo- su cotización. 
 
Generalmente ellos buscaban ediciones españolas con portadas únicas -si hablamos de singles- o Lps y singles de progresivos nacionales (Evolution, Genesis, etcétera) . El arte del trueque a toda máquina.
 
Por cierto, ese mercado, el de discos españoles de Progresivo psicodélico, ha bajado un tanto ¿No crees?
 
Sí, no sé que ha pasado. Si es que las necesidades están ya todas cubiertas o si se ha perdido el interés relativamente. Porque tampoco estamos hablando de grandes tiradas, en absoluto, Mil copias como mucho. Y eso en contadísimos casos. 
 
¿Recuerdas alguna compra gloriosa, de esas que no se olvidan? Da igual que sea a nivel particular o profesional?
 
 Varias. La colección que compramos en Portugal, en el 2001. Nuestras penurias hasta llegar a Lisboa y tal. Copias portuguesas y muchísmas españolas y francesas. Al parecer las ediciones francesas entraban, al menos en Lisboa, de una manera más o menos regular. No sé decirte por qué…
 
¿Era la colección de un particular?
 
 Sí. Una colección estupenda, con mucho gusto. De unas cinco mil piezas. Mitad y mitad. Lps y Singles y Eps. 
 
¿Cuál era -o es- la mecánica que empleáis en la negociación?
 
Muy sencilla. Te hacen una llamada y entre lo que te cuentan y lo que puedes adivinar te haces una somera idea. Por supuesto, si algo desde Lisboa llega a ti, tienes claro que ha sido ofrecida en Madrid y que no ha habido acuerdo. Así que ya sabes, eres segundo plato, con lo que eso acarrea. Decides emprender el viaje con todos los gastos a tu cargo, por supuesto, sin saber si habrá éxito o no y te plantas allí. Caso de que el asunto fructifique pago al contado, uno encima de otro. Cargas al coche y vuelta a casa. Y a partir de ahí a vender a dolor en aras de amortizar y sacarle cierto rendimiento a la inversión.
 
  Del mismo modo que esa fructificó, hubo otra, en Bilbao, un par de años más tarde, de donde volvimos con el rabo entre las piernas. No llegamos a un acuerdo. Nosotros vivimos de ésto y si no salen los números no vale la pena, por chula que la colección sea.
 
¿Y menos recientes?
 
 Bueno, están las colecciones de un afamado coleccionista…
 
¿Colecciones?
 
Sí. Colecciones. Se la hemos comprado tres veces.
 
Aclárame eso por favor
 
Un hombre, coleccionista furibundo, que hace su colección y luego nos la vende. Estoy hablándote de una colección de primer nivel en cuanto a ediciones españolas. La primera vez, creo que fue en 1996,  piensas que ha decidido abandonar, que está ya por otras cosas. La ves, la valoras, negocias y si llegas a un acuerdo para adelante. Inmediatamente después, para tu sorpresa la comienza de nuevo. Suele pasar, ésto es una verdadera droga, aunque piensas que lo hará de un modo mucho más relajado, más pausado. Al cabo de unos años vuelta a empezar. Aparece de nuevo ofreciéndotela. Así, a fecha de hoy, hasta tres veces. Y, ojo, siendo la primera la más impactante, las otras dos eran de no te menees.
 
Tremendo…
 
Sí. Es increible rehacer una colección, dos veces, como él lo ha hecho. De la primera que le compramos recuerdo que llamamos a un sueco, cliente nuestro, quién vino aposta desde Estocolmo y se llevo la intemerata. No hace falta decir a lo que ascendía. Y por supuesto, antes de ofrecerla a nadie siempre había una criba…
 
¿Una criba?
 
La nuestra. Entonces aún nos faltaban cosas y los primeros que picoteábamos en ella éramos nosotros. De esa en concreto recuerdo que entraron muchísimos discos en mi casa. 
 
¿Alguna más?
 
 Ah, sí. La de Vistalegre. Impactante, sobre todo en cuanto a material español. Estaba prácticamente todo. Los Lps españoles fuertes de los sesenta, que los sacaba quién los sacaba. Además en tiradas cortísimas. Creo que es la única vez que me han ofrecido los dos Lps de Los Sonor, por ejemplo. Era de un tipo que le gustaba lo español y estaba allí, en el tiempo y el lugar (Madrid,a finales de los sesenta), en el momento apropiado.
 
¿Y cómo ves el futuro? 
 
¿A nivel personal?
 
También…
 
Hombre yo ya tengo una edad y tengo claro que hay que ir soltando lastre poco a poco. Si no te aprieta la necesidad -y cruzo los dedos- quisiera ir haciéndolo a mi ritmo, sin agobios, prescindiendo de aquello que considero menos importante. En cuanto a la gente más jóven, yo creo que siempre quedará un reducto, como queda con los coleccionistas de libros, de tebeos, de papel. Gente que, aparte de la música, diferencia y da su valor al objeto. A otro nivel al que hemos conocido, indudablemente, tal vez más minoritario. pero desaparecer no, no lo veo. Lo que si que tengo más o menos claro es que al Cd le queda un telediario como soporte «masivo». Incluso dudo que perviva. Porque además si la panacea del formato era reducir espacio respecto al vinilo -porque lo del sonido es cuando menos discutible, lo de la estética indiscutible en todo punto- pues resulta que ese batalla la tienen perdida frente a las descargas digitales. Hoy en un Ipod te caben quinientos, mil. O en un pen drive. O en un disco duro…
 
¿Y el tema de la crisis?¿Os afecta?
 
Claro. Como a todos. Medio país parado, tu me dirás. La gente recorta. Lo que resulta curioso es que en estos dos o tres años de crisis no nos han ofrecido ninguna colección. No digo ya importante, sino tan solo interesante.
 
 ¿Recuerdas alguien de quién tengas discos pasar por la tienda? ¿O ser cliente?
 
 Varios, sí. Clientes ya es mucho decir. Sobre todo desde hace diez, quince años hacia acá. Victor Ortiz ha sido y es habitual de la tienda. Hugo y Sento de los Rockeros. Eduardo Bort ha estado varias veces. Sisa, cuando ha estado por Valencia, suele pasarse. Recuerdo un verano, a principios de los noventa, mientras estaba rodando «Todos a la Carcel» de Berlanga, pasarse un día a la semana -creo que era los martes- por la tienda. 
 
¿Qué compraba?
 
 Recuerdo una cosa especialmente, «Macbeth» de The Third Ear Band, un grupo inglés de los finales de los sesenta que mezclaba folk con progresivo y ramalazos experimentales, ragas y mística medieval. Muy bizarros, muy curiosos. En vinilo. Igual compraba eso que preguntaba por discos de Machín. También nos pidió varios de Manzanita. Nos costó conseguirle el «Talco y Bronce», un disco suyo del 81.
 
 También un guitarrista estupendo con un disco rara avis. Un espiritu libre. O un «cap volat», como quieras.  Era hijo del director de un periódico pro-régimen. Hay muchos vástagos de familias de la «alta» burguesia que tenían esa vertiente artística. Y además talentosa, con verdad. Pero eran gente que no ha trabajado nunca. O poco, concedámosles al menos el beneficio de la duda. Era casi una elección moral. Trabajar en algo que no fuese dirigir negocios quiero decir. Y tampoco iban a ser curriquis. Ellos eran bohemios, artistas -además creo que lo eran sinceramente, casi militantes- y no estaban por la labor. Si lo miras con cierto desapego era algo estético y también ético. Y no entro a juzgarlo.
 
¿Tienes algún disco fetiche?
 
No sabría decirte …  mmmm… probablemente el segundo de Maria del Mar Bonet sea uno de los discos de mi vida…
 
¿Y éso?
 
El viaje decisivo de mi vida, con Carmen, donde nos convertimos en pareja, fue uno en coche a Andorra y el sur de Francia. Sólo teníamos ese cassette. Vuelta y vuelta. Y vuelta a empezar. Todo el viaje con él… y menos mal que fue ése…
 
 
 
¿Te interesa algo actual?
 
 Sí. Yo creo que ahora la música en valenciano está en un momento espectacular. El rock de aquí supera al catalán; Senior y el cor brutal, Artur Caravan… después, en cuanto al folk ya es infinitamente mejor. Todos con raices muy mediterraneas. También ha habido una pequeña y grata sorpresa…
 
¿Cuál?
 
El Grup Estel. Acaba de reeditar Guerssen un Ep de cuatro canciones. Canciones navideñas en catalán con fuzz y voces femeninas de mitad de los setenta que hoy suena modernísimo. Seguro que ha pasado no sé cuantas veces por la tienda y no le he hecho ni caso. Resulta que luego averiguas que son un grupo con las Hermanas Ros y José María Bardagí, el mestre Bardagí que aparecía en el «Angel Casas show» o en «Musical express», haciendo las sintonías y dirigiendo a la banda en el plató. La mitad de lo que se hizo en Cataluña en los setenta lleva su firma; Serrat, Raimon, Maria del Mar, Moncho, Peret…
 
La conversación sigue y sigue. Mero ejercicio nostálgico, entre cafés y risas. Recuerdos de otros tiempos, ni mejores ni peores, tan sólo distintos, que ya no tiene mucho sentido transcribir aquí. Lo dicho, todo un placer …