Conozco a Vicente desde que yo tenía dieciséis años, la primera vez que entré en Oldies, allá por 1983/1984. Junto con Pepe y Carmen es dueño de la mejor tienda de discos que he pisado nunca, si para así definirla consideramos necesario que sea un cómputo casi secreto (por las diversas cantidades en su composición) de material interesante, curiosidad, dedicación y profesionalidad, conocimiento panorámico de aquello que se ofrece y tanta generosidad como nula vanidad en la, para mi, necesaria enseñanza. Es norma en nuestro país hablar bien, en el extraño caso de así hacerse, a toro pasado, cuando en nada se puede satisfacer o devolver parte de lo regalado a aquel de quién así se habla. Y aunque a veces es cierto que el halago debilita, sostengo que no tanto como lo puede llegar a hacer el menosprecio y el ninguneo. No estoy diciendo, afortunadamente, que sea ese su caso, pues Vicente Fabuel es voz autorizada en el afán de intentar comprender y explicar la música. Autor de múltiples recopilaciones musicales (los diversos volúmenes de «Sensacional Soul», «Chicas» o «Algo Salvaje») su labor va mucho más allá de la digna arqueología, hasta llegar a conseguir poner en sitio y lugar muchas de aquellas extraordinarias aventuras que sucedieron -y suceden, aunque cada vez menos, me temo- en este país nuestro llamado España.
Hasta hace no mucho quien esto escribe tenía una bitácora en Blogspot. La dejé aparcada un tiempo hasta que -ya saben, la cabra tira al monte- decidí empezar de cero en otra plataforma, en este caso WordPress, la que ahora leen y se imaginan cuanto yo se lo agradezco. En el año 2012 transcribí en el primero una charla entre ambos y antes de desaparecer ese primer blog, he pensado que sería interesante trasladarla aquí. Me precio de contar con su amistad y la de su inseparable Isa, y la verdad que conforme pasa el tiempo advierto que mi deuda con ellos es de esas que no se pueden saldar, pues no están regidas por el prosaico asunto pecuniario sino por la generosidad en la enseñanza y la paciencia en la apertura de esta cabeza dura que uno lleva a duras penas sobre sus hombros.
Así pues ya no les canso más. Si en algo valoran lo que regurgito no duden en absoluto, ni por un solo momento, que es debido a la dilatada compañía y atenta escucha de tan querido Pigmalión. Si, en cambio, advierten mis múltiples taras, descuiden. No es su culpa en absoluto, sino que viene ello debido a mi merma evidente a la hora de sacar provecho de los tan amplios conocimientos ofrecidos.
Vamos al meollo;
«… Esto yo no lo he visto nunca. Creo que es un caso único»…
El que así habla es Vicente Fabuel; aficionado, coleccionista, tendero, cronista, recopilador musical (Los dos volúmenes de «Sensacional Soul«, a punto ya un tercero, «Chicas», etc) y amigo, mientras me enseña la galleta de la primera edición de «Dioptría» de Pau Riba. En ella, justo debajo de varios títulos de las canciones se puede leer, impresa, la sentencia No radiable
Más…
«Un chafón. Alguien me lo ofreció. Tengo el ep de Mantequilla group y, aunque nadie que yo conociese lo tenía, siempre había oido que existía también un Lp, en, como no, Belter. Un Lp bajo otro nombre pero los mismos músicos; Ricardo Roda, Salvador Pons… quienes por cierto, diez años después estaban en Máquina, en su etapa más setentera, más soul. Lo compré a ciegas, dos fotos de baja calidad y algún comentario. Incluso me llegué a excitar pensando en una versión del ¡»Gwendolyne»! por ellos. La portada me hizo salivar, con la foto de cuatro tipos que imaginabas ser ellos apoyados en un 124, un torreón y un jardín detrás. Sí, muy Belter todo. Pero, ¡ay!, resultó ser un recopilatorio del sello, de varios artistas, que incluía su único ep, el que ya conocía, junto con cosas de Giorgio y otros interpretes»
Los sinsabores del coleccionista. Muchas veces aventura, otras deseo, a veces sorpresa. Y no siempre negativa. Avatares a los que todos, incluidos los más avezados, están expuestos.
Tu relación con la música ¿de dónde viene?. En tu casa ¿Eran melómanos?
Mira, te voy a enseñar una cosa. Ésta es una de las fotos que guardo con más cariño. Aquí me tienes, allá por 1963 (Me muestra una foto en la que se ve a un niño sonriente junto a dos adultos, jóvenes más bien, en una piscina que resultan ser los Baños de Chulila, su pueblo natal). Es el primer recuerdo que tengo de volverme loco con la música, de ser consciente de haber caido subyugado en ella, de una manera nada intelectualizada sino arrebatada. Esa mujer que ves en la fotografía era la amiga de una tía mía. Vino a pasar el día con nosotros. Llevaba una guitarra. Se puso a cantar «Speedy Gonzales» y me quedé bobo, literalmente, supongo que por la suma de las dos cosas. Me pasé todo el santo día mirándola y escuchándola como quién ve y escucha a una Diosa. Fue algo increíble, como una revelación.
En mi casa, por aquel entonces, discos no habían. Sin embargo tengo otras fotos y siempre, como por arte de magia, hay un instrumento en ellas; una guitarra, un acordeón. También recuerdo a mi madre tarareando o cantando a todas horas. Así que muy pronto advertí que yo era totalmente vulnerable a la música. Vulnerable en términos clínicos. La música subía y bajaba dentro de mi. No estaba protegido ante todo lo que me provocaba. Y no me molestaba, muy al contrario. Mi grupo de amigos en la adolescencia éramos una pandilla muy musical. Quince o veinte críos con relativos medios. Teníamos alquilado un piso, a modo de club. Recuerdo un poster inmenso de Música Dispersa en la pared…
¿De qué año estamos hablando?
De principios de los setenta, 1971, 1972. La verdad es que éramos unos privilegiados, yo al menos así lo recuerdo. En ese piso escuchábamos música, hablábamos, bailábamos. Nos juntábamos con las chiquillas, las manoseábamos malamente. Lo que se podía y lo que te dejaban. Pero siempre con nuestra música al fondo, con aquella que habiamos elegido…
¿Y la relación con el objeto en sí?
Pues supongo que empieza ahí. Nunca he maltratado a un solo disco. Por supuesto que me he desecho de algunos, generalmente en cambios por otros. De lo que me he dado cuenta con el tiempo es que los discos son un poco como una muleta. Tenemos que tener algo, más allá de la familia, los amigos o el trabajo, en lo que podernos apoyar. Todavía hoy me acuerdo perfectamente dónde y cuándo descubrí aquellas canciones que me impactaron de un modo inolvidable. Qué era lo que estaba haciendo en ese momento. Estoy hablando, obviamente, de aquellas que verdaderamente lo han hecho, cuidado. Porque acarreamos miles de canciones a cuestas pero muchísimas menos grabadas a fuego.
A mi, con algunas canciones, muchas veces me ocurre que llega un momento en que se van. Y si son -o al menos así me lo parecen- realmente grandes siempre acaban por volver. ¿Te sucede a ti algo parecido?
Una de las cosas que más me chocaban, desde la época adolescente que recordábamos antes, era que siempre, mientras mis amigos terminaban por decir sobre una canción aquello de ya está pasada, si a mi verdadermente me gustaba, me llevaba loco. Nunca me cansaba de ella. Jamás. Y a día de hoy sigue sucediéndome. Por supuesto que hay un pico de excitación. Eso a veces ha llegado a darme miedo. En ocasiones me levanto a medias de una canción para poner otra, no la dejo terminar, como si quisiese preservar el hechizo. Estas navidades mi mujer me regaló el single de «Enough» de Bohemian Vendetta. Es una canción brutal. ¿Te puedes creer que tan sólo la habré escuchado tres o cuatro veces entera?. La gente, por lo general, no hace eso. A lo mejor es porque tienen pocas donde sumergirse. ¿A ti no te pasa?
Uff! no sabría decirte. A veces sí y a veces no. Quiero decir que hay ocasiones que la sensación con alguna canción es tan intensa, más propia del sexo arrebatado, que no puedes parar. Lo que quieres es más y más, sin detenerte a pensar si se puede acabar. Ayer mismo, con el single ese del sello Spiral que acabamos de escuchar, me sucedió. Lo escucharía como veinte veces. Haciendo otras cosas, vale; escribiendo, viendo discos… pero no podía dejar de hacerlo, de hecho creo que ni me lo propuse. La excitación mandaba.
A eso yo lo llamo un ligue. Es la excitación del descubrimiento, otra cosa interesante. Yo tengo más años que tu y todas esas cosas las he ido analizando en la medida de mis posibilidades. Por ejemplo, me he dado cuenta de que tenemos -al menos yo tengo- un lado Quijote. Te ves obligado a defender discos. No frente a opiniones encontradas si están argumentadas sino frente al desprecio.
A mi tambien me ocurre. Es un poco aquello que decía Fernán Gómez «El pecado nacional no es la envidia sino el desprecio». Muchas veces me ha pasado defender algo más incluso de lo que quería o imaginaba, de manera mucho más encendida, como reacción frente a ese desdén.
Claro. Te creces. Si tu me argumentas que un disco que a mi me entusiasma a ti no te gusta por ésto y ésto, automáticamente ahí hay un equilibrio y un respeto. Ahora bien, el desprecio, el ninguneo que suele ocurrir cuando uno se refugia en los lugares comunes -generalmente acompañado de la falta de conocimiento del asunto en cuestión, al artista, al estilo, a la canción, y dejémoslo ahí- acaba por molestarte y hace que brote ese lado Quijote.
No es ni el soporte ni el formato que prefiero pero últimamente estoy poniendo en valor los Cds de Ramalama. Te dan una visión panorámica de los grupos. De lo que hicieron; malo, regular, bueno o mejor. Tu escuchas e inmediatamente las canciones, la obra, pasan a un tribunal. Sin jurisdicción, el tuyo. El concepto y la estética es un poco así, sin duda, pero su valor reside en que te ponen en situación, te colocan delante de una obra. Tal vez oscurezca los detalles, algo importantísimo, pero con eso, como con otras cosas en la vida, hay que contar.
Volviendo un poco a las canciones que te acompañan siempre y al lugar donde te enamoraste de ellas. O te reenamoraste, que también puede suceder. Recuerdo estar en el coche, en la Avenida del Cid, en frente de Correos, esperando a que Isa saliese. Un Cd de Ramalama, el de los Mustang, sonando. De repente aparecer «Me voy lejos» y volverme loco. Literalmente. Hasta que un guardia golpeó en la ventanilla y me dijo «Oiga, quite el coche de ahi, no puede estacionar en doble fila»
Jajajaja… ¿Sueñas con canciones, con discos?
Constantemente
Te lo pregunto porque yo no soy de recordar sueños, pero sí tengo uno casi recurrente, relacionado con los discos y que se reproduce con frecuencia irregular; Muchas veces sueño con discos que no tengo, algo supongo natural. Pero en otras lo hago con discos que sé que tengo y que no logro encontrar. Suele ser desesperante.
Si, esas combinaciones me imagino que deben ser similares entre todos los afectados por nuestra enfermedad. En mis sueños aparece mi mundo, que es un poco más bizarro que el tuyo. Se juntan clientes, conocidos y amigos… diálogos sobre música con mi socio que nunca han existido. Además cuando estás hablando con alguien en la realidad, al menos teóricamente, eres dueño de tus palabras y de tus ideas, pero en cambio cuando sueñas no. Hay ocasiones en las que me veo y me pregunto ¿Pero qué estás diciendo?
Como si fueses un espectador
Exactamente.
Porque al final tu actitud con respecto a la música tiene mucho que ver con tu actitud frente a la vida. Puede ser una relación pragmática o idealista, dependiendo de como seas…
Sí. Antes has dicho que tenías la sensación de defender algunas cosas más incluso de lo que pensabas que merecían, como reacción casi instintiva al desdén. Yo creo que finalmente es el resultado de querer proyectar esas canciones, cayendo a veces en el error del proselitismo, calificando algo como mejor de lo que realmente es. Aquí mismo han sonado hoy diez o quince canciones. Todas nos gustan, por supuesto, pero sucede que a veces estamos deseosos de toparnos con joyas, quién sabe si como modo de autojustificación.
Yo he asumido hace tiempo que juego en dos planos. Uno es el plano tienda, el profesional, que te frena muchas veces. Llega un momento en el que ves que no hay forma, en que, sin darles la razón, llegas a transigir. Incluso llegas a pensar, en un momento de lucidez, que debe de haber un término medio. En definitiva, que llegas a ser consciente de que estamos ebrios, enganchados. Aunque sepamos que eso es una cosa nimia, no podemos evitar verle algo… pero bueno, muchas veces un riff, una melodia, una sola nota, algo chocante ya es suficiente para que nos ponga, en ese ansía sin fin de buscar sensaciones.
Quiero creer que al menos somos conscientes ¿no te parece?. Aunque ¿Crees que es tanto buscar sensaciones como intentar revivir las que han sido?
También. Ambas cosas. Se trata de mantener tu status melómano.
¿Cómo una baliza que te mantenga en los límites de la cordura?
Posiblemente. Luego están los atenuantes. Cada día estás como estás. Te encuentras de una manera. Pero del mismo modo que intentas conseguir -o mantener- ese status a nivel económico, sentimental, etc, también lo quieres con esas sensaciones de las que estamos hablando. Buscas y buscas.
Me ocurre muchas veces. Cuando amigos o simples conocidos comprueban la cantidad de discos que acumulo, enseguida soy consciente de lo ven como mero afán acaparador. Y éso en el mejor de los casos. Tal vez algo de eso haya, evidentemente, pero yo prefiero verlo como veo al hipocondríaco que acumula en casa la mayor cantidad de medicamentos que puede y echa mano de ellos cuando nota el menor síntoma, siendo éstos los distintos estados del ánimo.
Yo quiero pensar que es así. Aunque también he de reconocer que hay veces que abro un cajón cualquiera, como éste mismo, en el que hay ciento y pico singles y soy consciente que un 60 o 70% no me dice nada hoy. Es así. Ni hoy ni a lo mejor nunca.¿Y por qué están ahí?. No lo sé. Por ejemplo, me voy a la estantería donde están los Lps de, no sé, los ochenta y me pregunto ¿Qué hago yo con ésto? ; Devo, DB’s, Cheepskates, Cramps, Cheap Trick….
A mi me ocurre también. Sobre todo con los Lps, en bastante mayor medida que con los singles. Supongo que debido a la fugacidad de éstos, al tamaño de la dosis.
Si, con los Lps siempre chaquetean más. Es tan difícil hacerlos bien. Aunque bueno, tambien es cierto que te acompañan, que no es poco.
No está mal. Al menos tenemos claro que el coleccionar, acumular discos es algo más que sólo música…
Sí. Supongo que directamente habría que entrar en terrenos freudianos, en el psicoanálisis. Desde muy temprano mi aspiración no ha sido tanto ser músico -al darme cuenta muy pronto que no valía ni valdría para eso- sino el conformarme con ser testigo, formar parte de ese mundo de alguna manera. Si no vales para hacer música lo mejor y más honesto que puedes hacer es intentar comprenderla. Explicarla, si puedes, también, pero sobre todo entenderla.
Que al final es un poco entenderte a ti mismo
Exacto. Al fin y al cabo la música habla de nosotros. Todos y cada uno de los tics que una canción tiene, lo que te propone o sugiere, a la postre son los tics de tu vida. Probablemente ésto que estamos hablando sea una bobada pero es que es así.
Cuando tu comenzaste me imagino que la situación era otra ¿Como eran las tiendas?
Por lo pronto más numerosas.
¿Valorabas ya entonces la «trascendencia», esa hipotética cotización que podían llegar a tener los discos?
No, no. En absoluto. De hecho muchas veces tenías que decidirte a comprarlos. Mira, cuando uno va a comprar cualquier cosa y esa cosa es barata suelen suceder dos cosas; No le das valor y por lo tanto no te enamoras de ella, al menos de entrada. Tiendes a pensar que si el vendedor lo ha puesto a ese precio no debe de ser muy buena. Así que si en aquel momento un Ep de -por decir alguien- los Kinks costaba quince pesetas ¿Por qué no me los llevé todos?. Pues porque eran baratos, porque ya tenías algún Lp original, algún recopilatorio con alguna de esas canciones. Y costaba dar ese paso, decirte adelante. Pillabas alguno y dejabas otros. Tenías que convencerte. Si lo hubiese visto con perspectiva, como hoy, pues me los habría llevado todos. De hecho si al vendedor le hubiese sucedido eso hubiese especulado, les hubiese puesto otro precio. Pero estamos hablando de inmediatez e impulsos. Muchos te dicen ahora «Joder, si yo hubiese vivido en aquella época»… Ya, vale. Tírate ahora. Porque ponte hace quince años a comprar singles españoles de sellos minúsculos. O a pillar singles de rumba. Sí, a un euro, da igual el precio. Eso es un poco lo que define a un coleccionista; la curiosidad, la osadia, la temeridad si puede llamarse así. El tiempo unas veces juega a favor y a la contra en otras. Siempre será así.
¿Cuál es la tienda en la que más has comprado?
Sinceramente en Oldies. Primero proque tenia una relación de amistad antes de surgir la profesional. Aunque claro eso fue a partir del 77, recién abiertos. Y hasta entonces, con mucha menos capacidad adquisitiva, pues supongo que en Viuda de Miguel Roca.
¿Dónde estaba?
Había varias. Era un emporio aquí en Valencia. La gorda estaba en el pasaje Ruzafa. Hoy ese lugar es cutre, pero entonces era el centro «in» de la ciudad a nivel musical. Era una chulada. Había un Club pequeño, muy coqueto, para gente bien, adinerada. Había también una librería estupenda -«Telio- con importación de libros pop. Estaba tambien Ramón Mercevirto, una tienda de electrodomésticos con sus discos a la venta…
Sí. A veces lo comento y algunos, más jóvenes, no me creen. Yo recuerdo en mi pueblo, bien entrados los 80, en la tienda de electrodomésticos ver discos, comprarlos. No muchos, una caja de singles y expositores de cassettes.
En todas las tiendas de electrodomésticos había. En todos los pueblo también. Entonces se vendían muchos discos. Recuerdo también la sensación de entrar a Viuda de Miguel Roca y ver las cabinas de escucha. No siempre te dejaban entrar. Eran, principalmente, para los clientes buenos. Nosotros cuando teníamos el dinero, íbamos tres o cuatro amigos y comprábamos un single por cabeza, así podíamos escucharlos, los tres o cuatro dentro de la cabina.
¿Y como ves este mundillo hoy en dia?
Obviamente mal. Muy mal. Éste es un negocio totalmente a la deriva. Yo creo qué, en términos estrictos de profesionalidad, ya no existe como tal. No sé si sabes que Universal ya ha adelantado que en un par de años van a dejar de fabricar CDs. A nuestros hijos no les importa el soporte, ni hablar en términos de sonido. Probablemente porque no hayan conocido otro.
Hombre, nuestros hijos, conocer, conocer, si que conocen…
Bueno, es una generalización. Pero bastante exacta. En general no les importa. No le dan valor. Queremos engañarnos pero la realidad es la que es. O consiguen regular y estabilizar el mercado o seguirá siendo territorio propicio para los cosarios esos, Steve Jobs y similares. Qué por cierto, tiene narices que declarase que solo consumía música en vinilo. Luego va y se muere y es poco menos que un santo, ejemplo de no sé bien qué… Menos mal que el gordo ese de Megaupload tiene pinta de villano de comic…
Lo que quiero decir es que si establecen una reglas de juego que garanticen un mínimo de fair play, si logran una retribución a la creación artística justa supongo que la música pop no se acabará. Si no es así pinta pero que muy mal. La creatividad y el riesgo han desparecido. Aquellos que se aventuraban en este campo se han redirigido a otros más rentables y productivos. Lo que si creo que habrá siempre es un mercado vintage, residual pero estable, como lo hay en otros campos y otros géneros.
Han sido un par de horas en su casa que se han hecho cortas, disfrutando una vez más de su hospitalidad, de sus conocimientos y compañia. Espero que les parezcan tan interesantes y jugosas como a mi. Les advierto también que con una frecuencia más o menos bimensual, irán pasandose por ésta su casa «aficionados» a este juego, personas infectadas por este virus incurable.