Los Conjuntos Españoles cantan a Los Kinks

 

La verdad sea dicha, y aunque ésto no venga mucho a cuento, este verano he redescubierto a los Kinks. Ya ven, lento pero seguro. No es que no les hubiese prestado la atención merecida, al contrario. Sus discos están en casa desde no recuerdo cuando y han sido escuchados -y disfrutados- con el detenimiento y la atención que considero merecen. Tan sólo sucedía que en este pobre que les habla no habían hecho la mella indeleble que en otras cabezas mucho mejor amuebladas había constatado que sí. Exacto, otra más de mis múltiples taras. Así pues, uno -que cree ser solo tarado con reparos- sospechaba que, pese a no dar con ella, existía una puerta amplia y diáfana por la que acceder a ese Shangri-la. Sucedía que en mi estulticia no había sabido encontrarla y mientras tanto me conformaba con otear por las rendijas, esperando disfrutar del hallazgo, algún día, en toda su magnitud.

  Tamaño dislate no podía ser atenuado más que por otro mayor si cupiese. Y así ha sido. A través de -perdonen la ironía- los Conjuntos Españoles. Preparando una escueta selección para mi solaz y recreo, para esta bitácora de hecho, creo que por fín he descubierto su grandeza: Cómo algo tan insular, tan propio de un lugar, Victoriano, Dickensiano, tan pequeño y callado en apariencia, tiene la capacidad de trascender incluso en la España del desarrollismo. De encajar de una manera tan ajustada. Unas veces de manera melancólica, otras airada, chulescamente. Con la clase y la elegancia de aquel que no pretende hacer gala de nada más que contar la vida que transcurre a su alrededor. Con la humildad propia del que se pregunta ¿Qué clase de mundo tenéis aquí? mientras lo observa e intenta comprenderlo.