Sé que no descubro nada a nadie cuando digo que la música Disco ha estado estigmatizadacasi prácticamente desde el mismo momento de su fundación. Digo casi porque en sus inicios fue algo subterráneo, callejero, de pilares contraculturales de la manera en que algo deviene realmente en contracultural, sin apenas pretenderlo. Una especie de redil dionisiaco y espontáneo, tan mágico como molesto, donde era norma unas veces rebelarse ante el orden social y hedonista de las cosas como en otras olvidarse de convenciones y liturgias hasta quedar asida a su naturaleza misma, un trasunto de tabla de salvación ante el vacío y la desesperanza vital. Nada por otra parte distinto a lo que ya había sucedido muchas veces antes y sucedería también muchas más después, desde la aparición del rock & roll pasando por el nacimiento y fulgor del movimiento Hippie, desde la fiebre Mod (la más longeva, tan sectaria y capillista cuando es profesada de manera integrista y reduccionista como libre y desprejuiciada cuando se atiene a lo verdaderamente mollar, la música) o el movimiento psicodélico hasta la toma del poder por parte de la música negra blanqueada, es decir, vestida con los ropajes necesarios para seducir a la industria.
La fiebre de la música Disco fue, una vez más, una especie de compendio de todo lo que estaba en el ambiente y de lo que iba a ser, de lo que se disfrutaba y también de aquello que se rechazaba; Era tanto epifanía como individualismo. Por un lado apostó por la extraña mezcolanza de ritmos negros con la electrónica incipiente y con alma, por la mezcla del Boogaloo sudoroso y la efervescencia latina con el apoteosis del Funk más voluptuoso, aquel que tomaría el exhibicionismo más libre como forma de expresión mediante, una vez más, el baile. Abjuraría de los malos viajes de ácido apostando por la seductora y abundante cocaína e ignoraría la negación de la melodía, la profundidad sesuda y la ausencia del sentido del humor. En definitiva optó por dejar de tomarse la vida demasiado en serio y jugar la carta del placer inmediato, aquí y ahora. Y, por supuesto, llevó el sexo, verdadero motor del ser humano, a un primer plano. Lo retrataría mucho mejor Nick Cohn en su novela Tribal Rites Of The New Saturday Night que daría lugar años más tarde a la película que sería a la vez cima y precipicio de ese movimiento, Saturday night fever.
Es cierto que como todas las modas estuvo sujeta a una sobre explotación que mezclaba hallazgos y genialidades con medianías y sin sentidos, pero solo ella se me ocurre que haya sido categorizada por sus defectos y no por sus enormes virtudes. Pasando de lo generacional a lo particular he de reconocer que en contraposición al punk, su némesis particular, y al resto de escenas prácticamente todas palidecen hasta difuminarse del todo. Porque ¿Qué hacer frente a la melodía infinita?, ¿Cómo resistirse a la sucesión de escotes vertiginosos que desataban la imaginación, a las curvas libidinosas capaces de dejarnos sin aliento, a las piernas del tamaño de un rascacielos, sedosas y listas para perderse en ellas?. No, lo siento, no cabía comparación posible entre ese paraíso o abrazar la grisura de lo andrajoso y la estética feista del punk. Podía ser entendible desde el prisma del excluido, del perdedor vocacional o del demente irredento, pero no mucho más. Porque parece ser que ahora resulta que todos eran por aquel entonces aspirantes a escoria, lumpen desubicado deseoso de matar y destruir. Hmmmm… permítanme que lo dude.
Por lo que aquí respecta, a finales de los setenta, desaparecida la dictadura y todo lo mal planteado que quieran el relevo que la sucedería, uno no necesitaba ninguna contestación a otra cosa que no lo fuese al esperpento del look de la España de la transición (vaya, igual este si fue un país punk de verdad), a su tristeza y pequeñez. También, pongamos las cartas sobre la mesa, si te pilló en la edad adecuada, me parece de ley reconocer la querencia natural a una cierta reafirmación personal en los valores inherentes derivados del natural desarrollo hormonal. Fuesen éstos bustos, traseros, biceps, escotes, piernas, paquetes o labios, es inevitable señalar que ganaban por goleada a prácticamente todo lo que te pusiese por delante. Del mismo modo que lo voluptuoso, aunque fuese mera sugerencia, ganaba la batalla sin despeinarse, me maravillaba -de hecho sigue haciéndolo- la elegancia desvergonzada y el absoluto desprecio al que dirán, más allá de las pulsiones inherentes: artísticas u hormonales. Si, de acuerdo, no me duelen prendas en admitir que en su traslación al ámbito nacional fue algo, a menudo, más deseado que real. Pero ¿Qué hay más seductor que lo deseado? Y hagan el favor de tener un poco de dignidad, todos recordamos perfectamente quién fue aquí el primer emblema punk; Ramoncín. ¡¡Ramoncín!!.
Así que la música disco era y sigue siendo para mi lo más parecido al paraíso en lo musical. Una puerta de entrada -imaginaria o no, qué mas dará- a numerosas habitaciones dedicadas al placer. Lugares a los que me temo que -¡ay!- difícilmente uno podría acceder más allá que con el rol de voyeur; Y que nombres más sugerentes en los rótulos colgados en sus puertas; el elegante Modern Soul, el futurista Cosmic Disco, Groove Funk sudoroso, el Silk Soul con su punto lascivo, el evocador Northern tardío… y, ¿por qué no? nuestro definitorio Sonido Discoteca.
Música perfecta que no excluía a nadie más que a todos aquellos atenazados por los prejuicios. Construida tanto por los nuevos talentos como por una cohorte de veteranos con ansias de reinventarse. Un edificio donde la melodía, la evocación, el retrato del instante como único objetivo tomaron carta de naturaleza y que, antes de fagocitarse (como en cualquier otro movimiento o escena, aunque aseguraría que en menor medida), nos ofrecieron momentos que perdurarán para siempre. Canciones exuberantes tanto en orquestaciones como en producción, coronadas por voces de otro mundo. Unas veces mostradas con elegancia suprema y otras con rotunda furia hedonista, unas veces descaradas y otras sinuosas… pero cuando acertaban, ay, cuando acertaban… entonces, queridos, acontecía la magia, el hechizo, sucedía el PRODIGIO.